“Querer escribir sobre el silencio es parecido a querer pintar con tinta invisible. Es difícil escribir sobre algo cuya relación en papel sería la hoja en blanco, la nada, la ausencia de ruido, algo cuya descripción gráfica podría ser esto:
”
- Georgina Cebey
El silencio es definido de distintas maneras dependiendo desde la visión en la que se aborde. Podemos hablar del silencio de manera literal donde no existe ningún sonido; desde el silencio mental donde nuestro monólogo interno deja de hablar momentáneamente; desde lo que se dice cuando se calla, o en el silencio como medio para la presencia.
Intentemos pensar en el silencio no como la ausencia de sonido, sino como la esencia, la naturaleza misma del espacio que nos rodea. En la velocidad de la vida moderna nos acostumbramos a un constante cúmulo de sonido que se convierte en ruido, que se filtra a cada instante del día; en esa consciencia es donde sentimos la necesidad de encontrar o crear momentos de silencio.
Gordon Hempton, experto en acústica ecológica, dice sobre el silencio en una entrevista con Krista Tippet, que “pienso que un físico te diría que el verdadero silencio no existe, no en el planeta Tierra con una atmósfera y océanos. Cuando hablo de silencio usualmente lo uso como sinónimo con callado [quiet]. Me refiero al silencio de la vida moderna, silencio de todos estos sonidos que no tienen nada que ver con un sistema acústico natural.”
La naturaleza, alejada lo más que puede de la vida moderna, es el escenario ideal para absorber este silencio, rodeándonos del canto de las aves, el susurro del viento al cruzar por los árboles, o el agua corriendo en el río. En la modernidad rodeada de tantos sonidos, la meditación es una opción que nos permite aproximarnos a este silencio sin necesidad de apagar el ruido exterior a partir de dejar fluir todos los sonidos, sin concentrarnos en ellos. Además, en nuestro día a día, estos instantes pueden existir, en alguna medida, en momentos inesperados, sin necesidad de planearlos, por ejemplo mientras tomamos un baño y dejamos que el sonido del agua llene el espacio.
En este panorama visualizamos entonces un silencio alcanzable, posible, que existe tanto en el plano físico como en el mental. Ahí podemos aproximarnos a una presencia más completa, alejada de las exigencias cotidianas y de las presiones que albergamos constantemente. El silencio nos permite mirar desde la distancia, poner en perspectiva el día a día y la existencia, contemplar y habitar el momento presente sin la presión de lo que sigue ni de lo que ha sido. En ese silencio podemos mirar nuevas maneras de relacionarnos con nosotros mismos, con quienes nos rodean, y con el espacio donde nos encontramos; nos permite tomar un momento para absorberlo todo sin necesidad de llenar ese vacío que puede dejar la ausencia de palabras o de distracciones. Y aunque el silencio puede dar miedo y podemos encontrarnos con una tendencia a llenar ese vacío, una vez que logramos traspasar ese primer temor, descubrimos un espacio donde todo es posible: conocer, contemplar, absorber, ser.
Cuando logramos conocer(nos) en el silencio, podemos empezar a estar presentes aun rodeados del murmullo.
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