En el Estado de México, a 30 kilómetros del Parque Nacional Izta-Popo, se encuentra la Hacienda de San Andrés. En el centro de un valle agrícola, esta hacienda ofrece un espacio de descanso entre la naturaleza para conectar con la tierra, la comida y el silencio.
Hacienda San Andrés
La Hacienda San Andrés data de 1535 en tierras fundadas por los Chichimecas, los Totolimpanecas y los Tecuanipas. Durante 25 años se dedicaron a la explotación de madera de la región, material con el que se construyeron líneas de ferrocarril. En 1607 cambiaron el rumbo de su trabajo hacia la agricultura, dedicándose al maíz, trigo y maguey.
Hoy es un hotel con nueve habitaciones disponibles construidas a formato de pequeñas casas con dos niveles, algunas con vista al Popocatépetl y otras ubicadas en el patio interior. Ya que una de sus principales misiones es que al hospedarte en la hacienda logres desconectarte, los cuartos están libres de aparatos electrónicos y el internet está limitado a ciertas zonas en el hotel.
El hotel está pensado para ser lo más sustentable posible con recaudación agua de lluvia, tratado de las aguas residuales para lavar, con un sistema de reciclaje, y buscando opciones amigables con el medio ambiente como ofrecer shampoo en barra. Esto nos permite escapar de la ciudad para disfrutar de la naturaleza mientras somos responsables con nuestra presencia.
Conectar con la tierra
Además de estar rodeado de caminos y rutas donde puedes perderte entre la naturaleza, la Hacienda San Andrés ha mantenido viva su labor de agricultura, poniendo especial cuidado en el origen de sus alimentos. Desde el 2014, además de su cultivo artesanal de maíz, tienen su propio huerto de temporada donde dependiendo de la época crecen distintos vegetales; tienen un invernadero para plantas que necesitan otros climas, y siembran hortalizas, cereales y frutas. Todo esto con el fin de que su cocina, a cargo del chef Marco Margain, se sostenga de sus propios ingredientes y de alimento cultivado por vecinos.
Conectar con la tierra en Hacienda San Andrés es posible a través de la comida, de la agricultura, de sus paseos para recoger hongos en épocas de lluvia, de sus caminatas hacia los volcanes, de sus momentos de paz y descanso entre sus llanuras, y de las muchas clases y talleres que tienen disponibles para aprender más sobre el cuidado de la tierra y los alimentos.
Hacienda San Andrés no sólo nos permite desconectar de la vida diaria para conectar con la naturaleza, sino que también nos permite aprender, apreciar del silencio del valle y dejarnos asombrar por la presencia de lo que nos rodea.
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