Travel Story: Japón, el espíritu de la hospitalidad
En Laguna Cyprien constantemente nos encontramos orbitando hacia un estilo y filosofía de vida. En ese movimiento nos hemos identificado con algunos aspectos de la cultura japonesa: su sentido de hospitalidad, su conexión con la naturaleza y su apreciación por los rituales. Junto a una serie de fotografías hechas por nuestra directora creativa, aquí les queremos compartir un poco de estos elementos que valoramos y que forman parte de nuestra visión de vida.
El espíritu de la hospitalidad en Japón
En Japón la hospitalidad se construye a partir del concepto Omotenashi, una filosofía enraizada en la cultura que va más allá del servicio. No sólo se encuentra en los oficios, sino que tiene que ver con una forma relacional, en la que la gente tiene como prioridad un trato humano de amabilidad y respeto mutuo. Lo notas en todo momento, como cuando que entras a una tienda y te reciben y despiden con un saludo cordial.
La mejor representación del Omotenashi se encuentra en las ceremonias de té. Con una combinación de elementos cuidadosamente seleccionados, los maestros preparan el té frente a sus invitados, en total transparencia. Cada movimiento está cargado de significado y los invitados están rodeados de un trato único.

Donde la hospitalidad va más allá de lo tangible
En ese mismo sentido, algo que distingue la hospitalidad japonesa es su atención a los detalles. Por medio de la atención y el genuino interés logran anticiparse a tus necesidades, desde lo más sencillo como asegurarse de que tengas un vaso con agua cerca de la cama, hasta ajustarte la temperatura del cuarto o prepararte un baño minutos antes de que vuelvas al hotel. En muchos lugares de hospedaje te ofrecen pijamas y otras prendas para que estés cómodo en todo momento, y se aseguran de que estés satisfecho con piezas específicas, como libros, productos faciales, sake y té.
La hospitalidad y el servicio siempre están rodeados de rituales. Esta forma de vivir basada en la repetición es muy personal, ya que al darnos el tiempo y el espacio para realizar una actividad, sin restarle valor, nos permitimos detener a apreciar el presente.